La aplicación de la fuerza del vapor a la
navegación que iniciara Fulton en 1807 y la generalización de la hélice desde 1885 aumentaron las
posibilidades de carga y de velocidad en el tráfico marítimo. Los meses que se
tardaban para viajar entre dos puntos se redujeron a semanas. El ferrocarril,
de invención más tardía, trajo similares consecuencias y se erigió en el
símbolo del progreso. Puso en contacto las zonas rurales interiores con las
ciudades costeras y permitió unir las regiones más distantes de los extensos
estados que surgieron en la segunda mitad del s. XIX. Los ferrocarriles que
unieron Moscú con Vladivostock en el imperio ruso, y el transoceánico que unió
Nueva York con San Francisco, dieron vida a inmensos y productivos territorios
continentales.
La información se vio también favorecida por nuevos sistemas: el
telégrafo eléctrico, iniciado en 1844 y el teléfono en 1876, se unieron al
sistema de franqueo postal introducido desde 1840. Todos estos adelantos
contribuyeron al acortamiento de las distancias y al mejor aprovechamiento del
tiempo, acercaron a los hombres y cambiaron las relaciones económicas entre los
pueblos y las empresas.
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